El próximo curso estará dedicado por entero a la relación entre performance y política. Discurrirá a mitad de camino entre dos fenómenos que están más próximos de lo que parece a primera vista: de un lado, la espectacularidad de la política de nuestros días que se diluye en performance continuada; de otro lado, la explícita vocación política de numerosas prácticas artísticas y, en especial, de la performance. Se pretende así trazar el mapa de las convergencias entre estos dos campos, situándolas en un marco filosófico e ideológico que permita analizarlas con provecho. Trataremos de identificar en qué consiste el elemento performativo de la política contemporánea, a la vez que aclararemos dónde está, cuando está, en el componente político de la performance. En el trasfondo de esta discusión quedará la generalizada crisis de representación que atenaza a las democracias modernas y la consiguiente transformación de los movimientos de protesta social. En el plano filosófico, nos mediremos con la inquietante tendencia a la estetización que parece acompañar algunos de los elementos constitutivos del proyecto moderno, de manera que nos veremos obligados a medirnos con los dilemas de la presencia en la esfera pública y de la repetición.